Pidiendo perdón

Pedir “perdón” no debería ser tan difícil – no es como que las palabras sean difíciles de pronunciar o que pronunciarlas cause dolor físico. 

Pero aún así pedir perdón es categóricamente no es fácil, incluso aunque a menudo es lo correcto de hacer. Es vergonzoso, es emocionalmente doloroso; hiere nuestro orgullo. A nadie le gusta admitir que está mal. 

 En lo que respecta a nuestra relación con Dios, sin embargo, pedir perdón es exactamente lo que necesitamos hacer. Ya se que pensemos en la humanidad en general o en nuestras propias vidas individuales, Dios ha hecho las reglas y nosotros las hemos roto de una manera o de otra. Necesitamos pedir perdón, y decirlo en serio. Este capítulo es todo sobre arrepentimiento y nos lleva a otro capítulo sobre el bautismo, dos pasos vitales a través de los cuales Dios quiere que respondamos al magnífico mensaje de esperanza que ha dado. 

Arrepentimiento

La Biblia en realidad no usa palabras como “disculpas” o “pide perdón”, pero si tiene mucho por decir sobre arrepentimiento, lo que equivale a una cosa similar. Arrepentimiento es sobre realizar que estabas yendo por un camino (que estaba mal), lamentándolo, diciendo que lo sientes, y comenzando desde una nueva y mejor dirección. 

Echemos un vistazo a algunos ejemplos para que tan importante es este paso para comenzar una relación con Dios. Justo al inicio del ministerio de Jesús, solo catorce versículos en el relato del Evangelio de Marcos sobre la vida de Jesús, leemos esto sobre como Jesús comenzó su misión pública: 

Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.”

(Marcos 1:14,15)

Junto con las enseñanzas de Jesús sobre el reino, había un mensaje de reforma personal: un mensaje que demandaba una respuesta de su audiencia – un mensaje para arrepentirse y creer. Bastante claro, Jesús quería que sus oyentes respondieran a su mensaje dándose cuenta de que la forma en que han estado viviendo sus vidas hasta este punto es inadecuada; ellos necesitan arrepentirse y necesitan cambiar. Es lo mismo si vemos a las enseñanzas de los apóstoles. Aquí el apóstol Pedro se refiere a una gran multitud poco después de la ascensión de Jesús: 

“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor…”

(Hechos 3:19)

Notemos como Pedro conecta arrepentimiento con la idea de “conversión”: es como si las vidas de sus oyentes estuvieran apuntando hacia una dirección y ahora necesitaran cambiar y fueran apuntadas hacia un nuevo y mejor camino. Y esos es exactamente correcto.  Es naturaleza humana ponerse a uno mismo primero y buscar ser el número uno, pero eso no es el camino para complacer a Dios. En cambio, nos pide enfocarnos en amarlo a El y a nuestro prójimo, diciéndonos que ese es el camino hacia la verdadera felicidad y cumplimiento de la vida. 

La carga de la culpa

Inicialmente, este mensaje de arrepentimiento podría parecer difícil de digerir. Podemos sentir que no hemos hecho nada realmente malo. Seguro, hemos molestado gente algunas veces; ocasionalmente hemos tenido mal temperamento o hemos sido mal intencionados. ¿pero en verdad necesitamos hacer tanto alboroto de este asunto del arrepentimiento?

Si nos sentimos así (y es bastante comprensible) entonces probablemente sea una consecuencia de no haber conseguido realmente las afectaciones del problema del pecado en el mundo y el hecho de que cada uno de nosotros es parte del problema. Podría serte de ayudar revisitar algo del material en los capítulos del 12-15 si así lo deseas. 

El hecho es que si rascas un poco más allá de la superficie la mayoría de nosotros llevamos una carga de mucha culpa y decepción. Puede que intentemos esconderla al no pensar en ello, pero la mayoría de nosotros tenemos cosas en nuestras vidas de las que nos avergonzamos o por las que llevamos una carga de arrepentimiento. Puede que intentemos sentirnos mejor sobre nosotros mismos la culpa algún factor externo como a nuestros padres o a nuestro contexto socioeconómico, pero esas cargas aún así pueden roernos. 

Guardar silencio al respecto, pretender que el problema no está ahí, o culpas a alguien más no funciona al final del día. Necesitamos confesarnos a nosotros mismos y a Dios y dejar estas cosas a los pies de Jesús para que el pueda llevar nuestras cargas. Mientras que aquellos a quienes hemos herido pueden o no encontrar en ellos mismos el perdonarnos, el hecho es que Dios si puede, y lo hará. Cualquiera que sea la culpa que cargamos, Dios puede perdonarnos y llevarse esa carga.

La belleza del perdón de Dios es que todos los pecados pueden lavarse. Realmente podemos hacer un nuevo comienzo. Esto es justo lo que Dios nos invita a hacer, pero debemos comenzar el proceso reconociendo en donde estamos y por el acto de arrepentimiento.

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